Cuentos para regalar a personas soñadoras
El abuelo presidía la mesa del almuerzo dominical. Estaba acompañado por su mujer, sus cuatros hijos con sus respectivas parejas. Era un cuadro familiar cálido, de unión y de respeto, ante un patriarca deteriorado por procesos neuronales propios de la edad.
El querido anciano llevaba el alimento a su boca con dificultad y no lograba expresarse. En su madurez había sido un magnífico orador, narrador de cuentos, bailarín y aficionado al canto.
Todos trataban de sobreponerse al dolor que les producía presenciar su deterioro funcional.
Mientras compartían la conversación de sobremesa uno de los hijos, para ambientar con música la reunión puso una selección de tangos clásicos. A los primeros acordes de “La Cumparsita”, y ante el asombro de todos, el abuelo se puso de pie, con cortesía invitó a bailar a su señora y ambos se desplazaron con elegancia y ritmo llevados por la melodía tantas veces celebrada. La orquesta despertó ciertos engramas óptimos en el viejo bailarín y otorgó ritmo y precisión a todo su cuerpo.
Se los veía amorosos y jóvenes mientras danzaban alrededor de la mesa. Terminada la melodía el abuelo agradeció a su compañera con un gesto galante, la acompañó con lentitud a su silla y luego él regresó a su asiento, como correspondía hacerlo a un milonguero de época.
Los presentes conmovidos, en silencio, habían presenciado una lección inolvidable de vida.
A pesar de todas las crueldades que contienen los abecedarios que a diario balbuceamos, el amor continúa escribiendo con hilos de luz en el corazón de los seres humanos; les imprime calor en el pecho, edita anhelos legítimos encuadernados finamente con sinceridad
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