miércoles, 26 de agosto de 2009

Siembra de AMOR






La vida es un jardín; lo que siembres en ella, eso te devolverá. Así que elige semillas buenas, riégalas y con seguridad tendrás las flores más bellas.

No tomes las tormentas como castigos.

Piensa que los vientos fuertes harán que tus raíces se hagan más profundas para que tu rosal resista mejor lo que habrá de venir.

Cuando tus hojas caigan, no te lamentes; serán tu propio abono, reverdecerás y tendrás flores nuevas.

Sonríe, abre tus ramas agradecidas hacia el sol y siente la suave brisa.






Cada acto generoso, cada palabra amable, cada sonrisa cargada de afecto, cada mirada de fe, a los amigos de Dios, los pobres, es una simiente.

Y cada semilla tiene en sí el poder vital y germinativo.

A menudo sembrarás llorando, y eso puede ser una bendición. Mira, cuanto más dura es la tierra que se trabaja, más riego necesita la semilla para germinar.
Tus lágrimas pueden ser ese riego que necesita el corazón de los encarcelados para germinar en humanidad.


Hoy corren vientos contrarios a nuestro afán. Pero nunca olvides que esos vientos fuertes harán más profundas tus raíces hasta arraigar en Dios: estarás capacitado para resistir todo lo que esté por venir.

Y cuando algunas de tus hojas caigan, porque te llega “un otoño” de momentos difíciles, no te lamentes esas hojas serán tu propio abono, que te reverdecerá para dar flores nuevas y más perfumadas que ayer.

Pero lo más valioso es que aprendiendo a “vivir los otoños” , tus hojas abonarán la tierra donde otras personas fortalecerán sus raíces, para regalar a los encarcelados el don precioso de la libertad.

Si eres joven, pregúntate: ¿Rompió el alba y ha nacido este día para mí?
¡Salúdalo… y siembra! Siembra sólo esa semilla que tú has fecundado en tu alma y en tu corazón, al lado del Amor.


Si, eres una persona adulta, ni joven ni mayor, pregúntate: ¿Me llegó esa hora cuando el sol azota?
Entonces te digo: amigo confía en ÉL; pon en sus manos tus “rigores”, deja que ÉL llene las tuyas… y arroja la semilla sin desmayar.


Si eres una persona mayor, pregúntate: ¿Me envuelven las sombras porque el sol se oculta?
Eleva tu plegaria… rejuvenece y sigue sembrando


Benditas aquellas personas, que por edad o enfermedad, sólo pueden sembrar con el testimonio de su vida, la oración y la ofrenda de sus sacrificios…

¡Qué gran siembra…!

Y al atardecer de la vida, afrontaremos la muerte con las manos llenas y la sonrisa de la satisfacción, porque esos encarcelados, a quienes atendemos, nos brindarán la libertad divina.

Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada…, cuando nacen de lo más bello y bueno del ser, es una simiente por lo que nunca olvides que lo nuestro es sembrar





El Reino de Dios se parece a un hombre que siembra semilla en la tierra; él duerme de noche y se levanta por la mañana y la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: Primero los tallos, luego la espiga, después el grano en la espiga. Cuando la cosecha está a punto, mete en seguida la hoz, porque ha llegado la siega. (Mc 4, 26-29)

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